U-U-UC ¿Ves?, por Reygar Bernal

Hoy, 20 de junio de 2013, se cumplen apenas dos semanas desde que los profesores de la Universidad Central de Venezuela decidimos en una segunda consulta organizada por la APUCV sumarnos al paro convocado por nuestro gremio oficial, la Federación de Asociaciones de Profesores Universitarios de Venezuela, FAPUV. Parece increíble que sólo hayan transcurrido dos semanas de paro con tantas cosas que han ocurrido en tan poco tiempo: decenas de movilizaciones y concentraciones masivas de estudiantes y profesores; decenas de clases magistrales en calles, plazas y bulevares de todo el país; decenas de asambleas generales, de profesores, de estudiantes y de empleados; creación de varios comités de conflicto para coordinar las actividades de protesta; visitas a varias embajadas; huelgas de hambre; apoyo a nuestros representantes gremiales ante los tribunales; conciertos, conferencias, conversatorios, charlas, recitales de poesía, teatro, volanteos, semaforazos, metrazos, pancartazos, trancazos, limpieza de vidrios, videos, documentos, trinos, correos electrónicos, una intervención plástica con libros, una marcha de 400 Kms por la dignidad universitaria y un muy largo etcétera.

Sin duda son muchas actividades que han implicado la movilización de toda la comunidad universitaria. ¿Y qué hemos logrado hasta ahora? Para comenzar, hemos hecho que el Ministro del Poder Popular para la Educación Universitaria, Pedro Calzadilla, se quite el disfraz de Poncio Pilato que le hizo decir hace muchísimo tiempo (tres semanas) que a su parecer no existía ninguna crisis universitaria, y que si queríamos un aumento, debíamos ir al Ministerio de Trabajo. Hemos logrado que en su teatro del absurdo llamado “mesas de trabajo” pasen de discutir dádivas periféricas e insignificantes como juguetes navideños y útiles escolares para niños (¿qué tan “beneficiosos” pueden ser estos beneficios para un cuerpo docente conformado por un número importante de jubilados?) a hacer una oferta apresurada, engañosa y caza-bobos de aumento salarial, hecha por el mismo ministro que semanas antes nos había remitido al Ministerio del Trabajo. Nos hemos apropiado de las redes sociales con correos electrónicos, fotos, videos, artículos, comentarios, rimas y consignas alusivas al conflicto universitario. También hemos logrado, a punta de insistencia, presencia, originalidad y terquedad, que los medios de comunicación tradicionales —prensa, radio y televisión— privados y oficiales dediquen espacio y tiempo al conflicto universitario, aunque en muchos casos sea para descalificarlo y satanizarlo (ya lo decía Oscar Wilde, “sólo hay algo en el mundo que puede ser peor que estar en boca de los demás, y es el no estar en boca de nadie”).

Han sido dos semanas muy intensas y agotadoras, pero de ninguna manera deben ser vistas como el final de la lucha. Digo esto porque si bien es cierto que en estas dos semanas de radicalización del conflicto hemos sido capaces de demostrar lo que significa realmente el aparente oxímoron de “paro activo” con tantas manifestaciones creativas y pacíficas, también es cierto que comienza a hacerse demasiado evidente un desgaste creciente en la comunidad universitaria que debe seguir realizando dichas manifestaciones. Para muestra un botón: el lunes 10 de junio, primer lunes de paro, yo logré reunir a un buen número de estudiantes en mi clase de las 8:00 am, la cual dedicamos a discutir en inglés el panorama y las consecuencias del paro. Tan grata fue la experiencia que los convoqué nuevamente para el lunes siguiente, de manera que no se abandonaran las aulas de clase ni los espacios de debate entre profesores y alumnos. Después de dicha clase los profesores de la Escuela de Idiomas Modernos tuvimos una reunión general muy concurrida y emotiva, en la cual se creó el Comité de conflicto que coordinaría las actividades que surgieran en el seno de la comunidad eimista. Los estudiantes, por su parte, también realizaron una asamblea general ese mismo lunes, igualmente concurrida y llena del entusiasmo y la energía que caracteriza a nuestros estudiantes. Creo que no exagero al decir que el espíritu debe haber sido el mismo en el resto de las escuelas de la UCV. Ese primer lunes de paro indefinido prometía grandes cosas. ¿Qué pasó el lunes siguiente, 17 de junio? La misma clase de las 8:00 am, convocada para la Plaza Cubierta del Rectorado con el fin de participar en una intervención plástica que implicaba la donación e intercambio de libros, sólo contó con la asistencia de cuatro estudiantes. Podría pensarse que el ejemplo no representa necesariamente lo que está ocurriendo con la comunidad universitaria en general,  pero eso no calmaría la sensación de que, efectivamente, estamos ante un rápido y preocupante desgaste de la participación activa en la lucha.

Parte de la responsabilidad podría atribuirse a las posturas ambiguas de las autoridades universitarias a todo nivel. Desde el Consejo Universitario hasta las Direcciones de Escuela, las autoridades han insistido en decir que ellos respetan a los profesores que se suman al paro, pero que también deben respetar la decisión de los profesores que deciden dar clases. Esto es comprensible, sobre todo dentro del ambiente de pluralidad de ideas que caracteriza a las universidades autónomas. Nadie podría cuestionar una postura institucional como la descrita, siempre y cuando se insistiera en el hecho de que no se debía tomar asistencia ni realizar evaluaciones mientras persistiera el conflicto, ya que sería injusto raspar por inasistencia o dejar fuera de dichas evaluaciones a muchos estudiantes inscritos en los cursos que sí “verían clases”, pero que habían tomado la libre decisión de apoyar a los docentes en paro, defender la autonomía de su universidad y solicitar, entre otras cosas, presupuesto justo, dotaciones de insumos y reivindicaciones estudiantiles.

No obstante, cuando en el Consejo Universitario del 12 de junio se acordó de manera muy confusa “suspender las evaluaciones durante el conflicto, salvo en aquellas asignaturas y modalidades curriculares, donde existan las condiciones y el consenso necesario (entre profesores y estudiantes) para realizarlas, en beneficio de la ejecución académica”, sólo logró privilegiar a una de las partes que dice representar en detrimento de la otra. ¿Acaso no pensaron que esto era lo que necesitaban los profesores que seguían dando clases para terminar sus semestres y años académicos con “el consenso necesario” e irse de vacaciones como si no estuviera pasando nada, y todos vivieron felices para siempre? ¿Acaso no pensaron que los alumnos de los profesores que decidimos sumarnos al paro, al ver que con nosotros no podían lograr el dichoso “consenso necesario” nos tildarían de desconsiderados, egoístas, saboteadores, politiqueros y golpistas, permitiendo así que las acusaciones infundadas del gobierno hacia nosotros penetraran la unidad lograda entre los miembros de la comunidad universitaria que estamos participando en la lucha por las universidades que ellos dicen representar como máximas autoridades?

¿Acaso se han convertido nuestras autoridades en una suerte de caballo de Troya que desde dentro le hace el juego al gobierno, indolente ante la causa universitaria?

Como quiera que sea el asunto, el desgaste comienza a percibirse cada vez más en las actividades de calle, y ya debe faltar poco para que las fisuras comiencen a ceder y se rompa la costosa unidad que hemos logrado con los estudiantes (con los obreros y empleados la perdimos incluso antes de tenerla, simplemente por no comprender algo que siempre se decía en las asambleas: hay que establecer alianzas intergremiales antes de que intervenga el gobierno y nos divida). Ilustremos esto con otro buen ejemplo: Ayer miércoles, 19 de junio, llegaba a Caracas la marcha de los 400 Kms por la dignidad universitaria, que era una de las demostraciones más contundentes de la creatividad y el civismo que caracteriza a la comunidad universitaria venezolana.

Los profesores, estudiantes y empleados que partieron desde la UCLA en Barquisimeto y emprendieron una larga caminata para entregar varios comunicados en Caracas debían ser recibidos como héroes por el sacrificio que hacían en nombre de todas las universidades, las públicas y las privadas, las autónomas y las arrodilladas, no era sólo en nombre de la UCLA. Sin embargo, ¿cuál fue el triste recibimiento que se les dio? La violencia de los grupos de choque del gobierno y la desvalorización de su hazaña (pueden comprobarlo con sólo ver la primera página de El Nacional: mientras un gran titular ilustrado con la foto de un autobús en llamas dentro de la UCV anuncia que “20 encapuchados quemaron el Rectorado”, subordinado a este se encuentra una foto más pequeña de los universitarios bajando Tazón y un titular aún más pequeño que dice “Marcha de la dignidad caminó 400 kilómetros”). Y así, una minoría violenta y muy ruidosa logró imponerse sobre varias decenas de personas que marchaban y celebraban pacíficamente y con mucha alegría la hazaña de quienes caminaron durante diez días sin representar una amenaza para el gobierno ni para sus seguidores.

Es triste reconocerlo, pero el protagonismo del día de ayer no fue nuestro, sino de la minoría violenta, pues logró que hoy no se hablara tanto de quienes caminaron en paz, sino de quienes quemaron y dispararon en una guerra muy personal. Se habló de eso, y también de las tristes declaraciones del ministro del poder popular para relaciones interiores, justicia y “paz”, Rodríguez Torres, quien acusó a los estudiantes que marcharon en paz y sin capuchas de la violencia encapuchada que, sin duda, surgió del propio seno del gobierno, producto de su frustración ante tanta creatividad cívica y pacífica que es incapaz de lograr, por mucho amor que se esfuerce en profesar a través de su goebbeliana maquinaría de propaganda política.

¿Cómo reaccionaron los estudiantes que están luchando junto a nosotros por una universidad autónoma y de excelencia para asumir también un claro protagonismo el día de ayer? Trancaron la Francisco Fajardo esa misma tarde, sin miedo, en una clara demostración de poder que mantuvo a raya a las autoridades del orden público e incluso a los 20 violentos que, como buenos cobardes que son, después de haber tirado la piedra, escondieron la mano y se largaron, seguramente a celebrar su insignificante fechoría.

En lugar de sentirse amedrentados con la quema de dos autobuses propiedad de las diezmadas universidades autónomas y la destrucción de obras de arte de un patrimonio mundial de la humanidad, el día de hoy los estudiantes se congregaron en la Plaza Brión de Chacaito, hicieron teatro de calle y mantuvieron a raya a los grupos políticos que siempre desean capitalizar las causas ajenas a su favor (de cara a las próximas elecciones). Hoy nuevamente trancaron calles, mostraron pancartas, gritaron consignas, se mojaron bajo un prolongado aguacero, pero no se dispersaron, sino que por el contrario se desplazaron en metro hasta Parque Carabobo y, a pesar de la operación morrocoy aplicada por los trabajadores gobierneros del subterráneo, lograron reagruparse en la Avenida Universidad para nuevamente marchar juntos con energía y alegría hasta la sede del Ministerio del Poder Popular para Relaciones Interiores, Justicia y “Paz” en la Avenida Urdaneta, nuevamente trancando calles y amargándoles la tarde a un grupo de funcionarios públicos indiferentes que esperaban poder salir tranquilos a sus casas sin tener que lidiar con el problema universitario, que hasta el día de hoy se había ubicado muy lejos de sus cómodas y onerosas vidas, detrás de las murallas medievales de un campus que, esperaban, se hubiese quemado con sus autobuses desde adentro, como la Troya de Homero.

Ahora me permito hacerles la pregunta que me llevó a escribir estas líneas, ¿en qué momento la lucha universitaria dejó de ser de toda su comunidad, dejó de ser de los profesores y pasó a ser sólo de los estudiantes? Si bien es cierto que la convocatoria de hoy no fue algo planificado con antelación por los estudiantes, sino más bien el producto de su explosiva espontaneidad, también es cierto que estuvieron en Chacaito desde las diez de la mañana hasta mediodía, y que después estuvieron en la Avenida Urdaneta desde la 1:00 pm hasta avanzada la tarde. La numerosa congregación estudiantil incluía estudiantes de la Universidad Simón Bolívar, La UPEL y la UCV, de la cual quiero destacar la representación importante que tenía la Escuela de Idiomas Modernos. Aún así, sólo vi a seis profesores de la escuela (no puedo dar fe de la presencia de profesores de otras escuelas, facultades o universidades, disculpen). El problema de fondo no es ese, no queremos comenzar una cacería de brujas que sólo lograría debilitar aún más la unidad que debemos mantener ante la inminencia de un conflicto largo que se verá interrumpido por las vacaciones. El problema es ¿hasta qué punto podremos preservar el apoyo de los estudiantes a nuestra causa si nosotros somos incapaces de apoyarlos a ellos en las suyas?

Los estudiantes marcharon hoy porque fueron acusados injustamente de la violencia de ayer, llevada a cabo por un grupúsculo violento para sabotear una actividad cuyo protagonismo habría sido dado más a los profesores que a ellos. Marcharon hoy con éxito y sin violencia, la calle fue incuestionablemente de ellos prácticamente todo el día, y la gran mayoría de nosotros no estaba allí para apoyarlos.

¿Qué ocurriría si mañana, cuando los profesores estamos llamando a acompañar al tribunal a los representantes de la APUCV, no se presentaran los estudiantes? Sin duda, en un acto de estudiantes, poco se nota la ausencia de profesores, pero un acto de profesores sin estudiantes es como hablarle a los amigos invisibles de Úslar Pietri. No es tiempo de alimentar rencores que sólo conducirían a una mayor división y, en consecuencia, a la derrota en este juego de desgaste en el que hemos decidido entrar libremente. Estoy seguro de que muchos de nosotros estaríamos contentos con ese aumento pírrico decretado por el ministro para intentar quebrar nuestra lucha, incluso a sabiendas de que no llega a ninguna parte y significa el sacrificio de la universidad como la conocemos hasta ahora; estoy muy seguro de que muchos de nosotros preferiríamos estar dando clases y culminando nuestro año académico para irnos de vacaciones sin cosas pendientes; pero lamentablemente ya nos montamos en este barco y lo importante ahora es mantenerlo a flote o nos hundimos todos.

Mi invitación es a la reflexión: toda la comunidad universitaria comenzó unida en esto, así que debemos seguir unidos en esto. Han pasado tan sólo dos semanas desde que comenzó el paro, así que no deberíamos dejarnos vencer por el desgaste o la comodidad. Entiendo que muchos de nosotros podemos participar activamente en la lucha haciendo uso de otras estrategias, como las redes sociales, los medios de comunicación, las aulas de clase, etc. Todo eso está muy bien: no tenemos que participar en todas las actividades de todos los días, ahí sí que el desgaste acabaría con nosotros en una semana. Tan sólo les pido que reflexionen sobre la siguiente pregunta: ¿qué estoy haciendo yo para que este conflicto se solucione con éxito y lo más pronto posible, con mínimas consecuencias sobre la propia comunidad universitaria que decidió embarcarse en este paro por considerarlo el último recurso de presión ante un gobierno indolente y un ministro que, aunque historiador, desconoce por completo el rol histórico de las universidades venezolanas en la formación de la sociedad que tenemos hoy y, por ende, desconoce su propia condición de profesional al desconocer a la institución que lo formó?

Van apenas dos semanas de paro. Hemos estado muy activos en este tiempo y hemos logrado muchas cosas, pero ninguna de ellas corresponde aún al pliego de peticiones que haría que este paro terminara. El camino es largo y no tiene retorno.

Finalmente, aunque corra el riesgo de ser acusado de recibir financiamiento de la CIA o de la Embajada de Estados Unidos, cierro estas reflexiones con una famosa frase atribuida a Benjamín Franklin, pronunciada el día en que se firmaba la declaración de independencia estadounidense: “We must all hang together, or assuredly we shall all hang separately”.

Reygar Bernal

Profesor instructor tiempo completo

Escuela de Idiomas Modernos

Facultad de Humanidades y Educación

Universidad Central de Venezuela

Acerca de Marielisa

Journalist.

Publicado el 24 junio, 2013 en Profesores y etiquetado en , , , , , , , . Guarda el enlace permanente. Deja un comentario.

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